lunes, 24 de noviembre de 2008

ECODETECTIVES: Cazadores de delincuentes ecológicos

Artículo de Mónica Pérez de las Heras publicado en la revista "Planeta Fascinante" en su número de octubre de 2008

Son actores, agentes secretos, reporteros y viajeros.Recorren el planeta infiltrándose en redes mafiosas de contrabando de especies en extinción, denunciando desastres ambientales y mostrando al mundo los desmanes del ser humano contra la ecología. Defienden la vida de los animales salvajes arriesgando las suyas. Son los ecodetectives.

Rebecca Chen es consciente de que, una vez más, se la están jugando. Cuando el portón se abre contempla con horror que el almacén está repleto de cuernos de rinoceronte, cientos de ellos. Ella y Steve Galster llevan a cabo una investigación en China, sobre el comercio ilegal de cuernos de estos grandes colosos africanos, en serio peligro de extinción. Ahora, están allí, él haciéndose pasar por un comerciante de Taiwán, ella como su mujer e intérprete. Mientras Steve entretiene al vendedor, Rebecca graba la escena, con una cámara minúscula, al más puro estilo “James Bond”. Va a ser la película más importante de sus vidas. La desilusión es máxima cuando llegan al hotel: las malas condiciones de luz del local han imposibilitado una filmación correcta. Tienen que regresar, a sabiendas de que se exponen a ser descubiertos. Al día siguiente, con el pretexto de elegir los cuernos que van a comprar convencen al vendedor para que los saque al exterior y así poder grabarlos a plena luz del día. Mientras Rebecca filma, el traficante les ofrece una información muy valiosa: la empresa que se dedica a la exportación de cuernos de rinoceronte pertenece al Estado. Días más tarde, cuando Steve y Rebecca llegan a Inglaterra la película se difunde en las televisiones de todo el mundo. El documento obtenido es una auténtica exclusiva: China está saltándose la legislación internacional mientras afirma que en su territorio no hay comercio ilegal de cuernos de rinoceronte.

Esto que parece una trama de Hollywood no es sino un episodio más de la vida diaria y clandestina de los ecodetectives. Son una mezcla de actores, investigadores, agentes secretos, reporteros y viajeros que, amparados por diferentes ONG se dedican a “capturar” con sus cámaras ocultas a los delincuentes ecológicos, exponiéndoles a la opinión pública. Sus denuncian aparecen en todas las televisiones del mundo. Lo mismo arremeten contra un traficante de especies en peligro como denuncian la tala ilegal de bosques tropicales, el comercio de productos fabricados ilegalmente con CFC –clorofluorocarburo- (causantes del agujero de la capa de ozono), o un vertido de un barco petrolero.

Cansados de la inoperancia de las leyes internacionales sobre medio ambiente varios grupos ecologistas en el mundo realizan así su trabajo. Es el caso de la Environmental Investigation Agency (EIA), Agencia de Investigación Ambiental, con sede en Inglaterra, a la que pertenecen Steve Galster y Rebecca Chen. La metodología que utilizan es siempre similar: les llega una sospecha de delito ecológico en cualquier rincón del mundo, una vez confirmado que es veraz, necesitan pruebas. Habitualmente, la EIA desplaza a dos o tres ecodetectives hasta el lugar; allí están unos seis meses, averiguando lo que pasa y preparando las misiones encubiertas. Es fundamental que estén bien preparados y que resulten convincentes en su papel. Para ello, los activistas de esta organización son entrenados especialmente: es necesario que sepan idiomas pero también tienen que conocer las especies de fauna y flora en peligro, ser capaces de distinguir entre una piel real y una falsificación, la terminología de los delincuentes y, ¡cómo no! poseer unos nervios de acero y buenas dotes de actuación. Videocámaras, cámaras fotográficas y micrófonos ocultos son su material de trabajo. Pueden ser compradores de madera tropical, inspectores de vertidos, vendedores de productos químicos o comerciantes de mascotas, siempre portando tarjetas de visita con nombres y direcciones falsas.

A pesar de las medidas de seguridad que la EIA intenta establecer en cada caso para proteger a su gente, la tensión es siempre máxima mientras los activistas están en contacto con los delincuentes ecológicos. Hay que tener en cuenta que estos últimos son personas sin escrúpulos, que no sólo quebrantan las leyes internacionales sino que, además, ganan mucho dinero con ello, por lo que son capaces de hacer “cualquier cosa” con tal de que no se les arruine el negocio. En una ocasión, grabando unas imágenes sobre tala ilegal en un bosque de Indonesia, los traficantes capturaron a dos ecologistas de la EIA y fueron molidos a palos, –de hecho uno de los activistas perdió un dedo- antes de que pudieran escapar de sus captores.

Carne de ballena para desayunar
Sabe que una habitación de hotel no es el sitio más apropiado para montar un laboratorio de ADN, pero no hay otra posibilidad. El doctor Scott Baker, de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) ha aceptado la propuesta de Don White, fundador de la organización Earthtrust, una ONG de ecodetectives con base en Hawai. Días antes, White llamó a Baker y le preguntó: “Si tuvieras un trozo de ballena, ¿sabrías a qué especie pertenece?”. La respuesta afirmativa a esta cuestión le ha valido a Scott un billete de avión a Tokio. Allí, en un hotel de la capital nipona se dispone a analizar unas muestras de carne compradas en los mercados locales. Su compañero en esta aventura es el zoólogo marino Stephen Palumbi, de la Universidad de Hawai. De las 16 muestras analizadas, sólo siete pueden venderse legalmente. El resto proceden de especies de cetáceos en peligro de extinción.

La revista “Science” publicó la historia y Earthtrust demostró al mundo que los japoneses estaban cazando ballenas protegidas a pesar de la moratoria existente en todo el mundo desde 1989. Así, frente a los argumentos de los nipones, indicando que sus capturas tienen exclusivamente fines “científicos”, la investigación llevada a cabo por Baker y Palumbi demostró que en los mercados de Tokio era posible encontrar carne de especies protegidas para consumo humano. “El hecho de que los pescadores japoneses estén cazando cualquier ballena que se encuentran es completamente inaceptable y, por supuesto, insostenible”, afirma Claire Bass, activista de la Agencia de Investigación Ambiental (EIA).

Osos “ordeñados” en Asia

El estadounidense Keith Highley y la asiática Suzie Chang no pueden creer lo que ven sus ojos. Están en una nave cochambrosa donde cientos de osos negros asiáticos (Ursus thibetanus) se encuentran encerrados en jaulas individuales de tamaño tan reducido que ni siquiera pueden darse la vuelta. Es la primera vez que estos ecodetectives de Earthtrust visitan una granja de estos plantígrados en China. Las fotos que Keith sacó mostraban cientos de osos con placas metálicas atadas al cuerpo, de donde colgaba un tubo y una bolsa donde se almacena la bilis. Y es que ésta es la razón por la cual hay 12.000 osos en granjas chinas y 3.400 en Vietnam.

Durante siglos los osos fueron cazados en Asia con el objetivo de obtener su bilis, sustancia que se utiliza en la medicina tradicional. Pero fue en el siglo XX cuando algunos países como China, Corea y Vietnam comenzaron a capturar ejemplares vivos para mantenerlos en granjas donde su vesícula biliar es “ordeñada” diariamente para obtener este elemento. Con este producto se fabrican medicamentos para el tratamiento de problemas oculares, del hígado, inflamaciones, dolores e incluso fiebre. Hoy en día, los médicos orientales admiten que la bilis de oso puede ser sustituida fácilmente por alternativas sintéticas y vegetales que son más baratas, más efectivas y más fáciles de conseguir.

Según fuentes institucionales de estos países, las granjas se dedican a la cría de estos animales pero los ecodetectives han demostrado que esto no es verdad. Keith Highley explica: “Yo sólo conozco una granja en toda China que cría osos, el resto no tiene ni instalaciones, ni medios, ni ningún interés en ello”. Además, según el trabajo realizado por estos investigadores, la bilis no se emplea exclusivamente en la fabricación de medicinas, sino en artículos de lujo como champú, gel de baño, cremas, etc.

Tigres y orangutanes en peligro

Y no son sólo osos los animales utilizados en la medicina tradicional china. Otros artículos procedentes de especies en peligro como los huesos de tigre también son fáciles de encontrar en comercios de todo el mundo, incluida Europa. Una investigación de los ecodetectives, recorriendo cientos de tiendas en todo el continente desveló que así era. La venta de todo tipo de productos de este gran felino le ha puesto al borde de la extinción. En la actualidad se dice que no hay más de 4.000 tigres en libertad, y la cifra disminuye año tras año. Afortunadamente en algunos países, como en India, se están poniendo las bases para su protección. De hecho, en septiembre de 2008 el Parlamento Europeo ha firmado una resolución con el país asiático para redoblar los esfuerzos en la lucha contra los traficantes de partes de tigre en Europa.

Otras especies como el orangután, que habita exclusivamente en dos islas del Sudeste Asiático, Borneo y Sumatra, se enfrentan a su pronta desaparición si su hábitat sigue desapareciendo drásticamente. Y este es otro de los objetivos de los ecodetectives del EIA, denunciar la destrucción de bosques por la tala ilegal. En algunos países de Asia muchas compañías madereras actúan clandestinamente para hacer llegar sus importaciones de productos tropicales a Japón, Estados Unidos o Europa. Los activistas de la Agencia de Investigación Ambiental se ocupan de dar a conocer al mundo la destrucción de ecosistemas que se está llevando a cabo. El orangután, uno de nuestros parientes más cercanos, está desapareciendo en Sumatra a un ritmo de 1.000 ejemplares anuales. Su supervivencia depende de la protección de su hábitat.

Vigilando la capa de ozono

Además de la lucha contra el comercio ilegal de especies, entidades como EIA se encargan de vigilar los derrames provocados por buques petroleros que contaminan los mares del mundo, así como el tráfico de productos que destruyen la capa de ozono. En 1987 la comunidad internacional firmó el Protocolo de Montreal que prohíbe la utilización de productos que provocan el agujero en la capa de ozono que nos protege del sol. Sin embargo, muchas compañías ilegales se dedican todavía a la venta de este material. Los activistas de esta ONG se infiltran en las empresas, haciéndose pasar por comerciantes y obtienen la información gráfica necesaria para destapar estas redes ilegales.

En la actualidad, el trabajo de los ecodetectives es, cada vez, más necesario. En un mundo globalizado donde las fronteras están más abiertas que nunca el comercio ilegal de especies animales y vegetales se ha convertido en el tercero en importancia, después de las drogas y las armas. Y en numerosas ocasiones son los propios traficantes de sustancias ilegales o de armamento los que emplean las mismas rutas y medios para la venta de pieles de tigres, colmillos de elefantes, manos de gorilas, caparazones de tortuga, etc.

Enfrentarse al crimen organizado, como hacen los activistas de estas organizaciones no es sencillo. Algunos han sido capturados, secuestrados e incluso asesinados por los traficantes; otros, no pueden dar sus nombres o no quieren que aparezcan sus fotos porque tienen puesto “precio a sus cabezas”; muchos no pueden viajar a ciertos países, y otros, deben mantenerse en el más absoluto anonimato. Los ecodetectives son conscientes de los riesgos que corren y, aún así, los asumen. Con una cámara de fotos y una de video, como únicas armas, recorren el mundo protegiendo lo más indefenso que hay en este planeta: el medio ambiente. Son héroes anónimos y, ni siquiera aunque se lo merezcan, se pueden llevar un “Óscar”.

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